#historias de superación: LA GUERRERA DE LA LUZ INTERIOR


LA GUERRERA DE LA LUZ INTERIOR

La guerrera lloró en el vientre de su madre. Èsta era la razón por la que en su aldea la consideraban un ser de luz. La guerrera temía a la hermosa primavera porque sus peores batallas siempre tuvo que librarlas mientras el mundo resurgìa tras el letargo del frìo y mortìfero invierno.
Tres veces había salvado la vida, y la última fue definitiva para cambiarla. Así nació su pequeña y soñada tienda de ultramarinos.
-¿Cómo es eso? ¡Si no sabes nada sobre cómo montar ese negocio! Le decían los antiguos guerreros jefes de su clan. Pero ella estaba resuelta con esa capacidad infinita que da el amor a tus hijos y la necesidad extrema cuando apremia. Estaba determinada. Nada importó que en la última escaramuza hubiese perdido la visión de un ojo, sufriera hemiplejía, epilepsia, embolia pulmonar (…) eran avatares insignificantes del guerrero. Ni siquiera vaciló ante la batalla. Aún era muy joven, estaba en la treintena y sus hijas eran pequeñas para defenderse. Y así un buen día se hizo tendera. Era su pequeño universo. El centro de toda su vida. Su fiel testigo, su fortaleza y su debilidad. La tienda cobraba vida como un ser exigente, absorvente, celoso...exigía todo su cariño y todo su tiempo.
Y transcurrieron los años, hasta treinta casi. Por alguna extraña razón, nuestra guerrera se relajó pensando que ya tenía condecoraciones vitales bien merecidas, entre ellas, una especie de vale protector que la libraría de tener que luchar en otra guerra. Se habían ganado la paz, ella y los suyos, pensó. Más allá de alguna pequeña emboscada, su vida transcurría feliz. Tanto, que olvidó incluso que algún día luchó a vida o muerte en mil y una batallas.
Y un luminoso día de  primavera apareció aquel extraño ser, un alienígena celular que fue creciendo en su pecho. La guerrera y sus hijas estaban aterradas. Ella era débil ya para luchar sola, y aquella batalla parecía inabarcable, y la más terrible de todas. En los primeros años, la guerrera acompañada por sus hijas aún libró bien las primeras batallas. Estaban sorprendidas de que conservara esa fuente inagotable de fuerza que emanaba de su luz interior.  Pero con las últimas y grandes victorias la guerrera, una noche de primavera, después de tres años de grandes victorias, se desvaneció. Entonces,  sus aliados dirigidos por sus hijas, tomaron las armas de nuestra intrépida guerrera y libraron por ella duras batallas, descubriendo con asombro sus hijas, que eran buenas guerreras por el amor de su madre y que también juntas conservaban por ella esa luz especial. Lucharon sin tregua, día y noche sin perder la esperanza. Una amanecer la guerrera despertó. Estaba tan maltrecha que parecía no poder recuperar el aliento.
Sin embargo aquel aliento día a día cobró fuerza, y la luz prendió de nuevo como una llama cegadora. Eran tres guerreras. Habían vencido juntas la peor de sus batallas. El cáncer.

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